
Cuando nace un hijo/a, lo habitual es estar agotada los primeros meses por la falta de sueño y la responsabilidad de cuidar de un bebé, pero si además nuestro hijo/a tiene alguna dificultad, podemos sentirnos desbordadas y preocupadas en exceso.
Aterrizamos en el mundo de la discapacidad sin tener idea de qué significa ser madre o padre de un niño/a con necesidades especiales, de cuáles son esas necesidades o de cómo ayudarle/a.
Empezamos a informarnos, a estudiar o a preguntar. Asistimos a terapeutas y médicos, pero en el fondo nos sentimos responsables de su desarrollo.
Y aunque sepamos que cada niño/a es diferente, no podemos evitar comparar su progreso con los demás y preocupamos si no avanza al mismo ritmo.
Aprender a pensar en nosotras mismas no es egoísmo
Aprender a pensar en nosotras mismas es seguramente la asignatura pendiente de muchas madres, sin embargo es imprescindible para poder cuidar a nuestros hijos.
Si no lo hacemos es porque tenemos la creencia de que darnos la importancia que merecemos es un acto egoísta.
Cuida tu cuerpo
El primer paso empieza siempre por cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud física. De nada sirve intentar hacer algo agradable si el cuerpo está en mal estado.
Además, la mayoría de los problemas y molestias físicas se deben a algo tan básico como falta de hidratación, de descanso, de alimentación sana o de oxigenación. Así de simple.
Recupera el equilibrio
No podemos ser útiles a los demás ni a nosotras mismas si estamos agotadas, por eso es vital que nos recuperemos. Además, en este estado, los problemas siempre parecen más graves de lo que son.
Date un tiempo de descanso efectivo, deja al niño/a con alguien de confianza y descansa de verdad, no aproveches para hacer tareas pendientes.
Busca aquello que te hace sentir bien, que te ayuda a conectar con tu alma y organiza el día para no tener que renunciar a ello.
Yo he elegido tener un rato diario para leer, pasear o hacer yoga, y mi marido para salir al campo con sus animales. Cada persona sabe qué es eso que le llena y devuelve a su ser.
Cuando haces lo que te gusta, recobras la energía, das lo mejor de ti y recuperas el equilibrio |
Trátate con respeto y comprensión
Cómo nos sentimos depende de cómo nos hablamos y cómo nos tratamos, así que revisa tu diálogo interno, qué mensajes te estás diciendo.
Piensa cómo sueles tratar a alguien a quien amas profundamente y haz lo mismo contigo.
Mantente en el presente
Navegar entre el pasado y el futuro es la actividad preferida de nuestra mente.
Cuando pasamos por alguna dificultad, a nuestra mente le encanta escaparse al pasado, cuando la vida era más fácil. Podemos remontarnos a nuestra juventud donde no teníamos la responsabilidad de cuidar a otra persona o incluso hasta la edad en la que nuestros padres se ocupaban de todo.
También es muy frecuente huir a un posible futuro mejor, cuando lo que nos preocupa ya haya pasado: “cuando duerma toda la noche, cuando por fin camine, cuando ya se entretenga solo/a, cuando por fin vaya al cole…”
Aunque en el futuro también pueden aparecer temores: ¿conseguirá caminar? ¿a qué colegio le llevaré? ¿cómo le afectará esto a su desarrollo? ¿alcanzará el nivel de otros niños? ¿qué pasará cuando no estemos nosotros?…
Así que lo único que podemos hacer es vivir en el “ahora”, porque sólo tenemos herramientas en el presente para solucionar las cosas del presente. Haz pequeñas cosas aquí y ahora, pregúntate si en este momento las cosas están bien y si no lo están, busca cómo mejorarlas.
Abandona la resistencia
Una de las actividades que más agota es la resistencia de “lo que es” frente a “lo que creemos que debería ser”.
Sólo cuando aceptamos las cosas tal como son, nuestra mente puede descansar y encontrar soluciones reales. |
No te rindas
Si estás cansada, aprende a descansar, no a rendirte.
Durante este largo proceso de maternidad con un/a niño/a con necesidades especiales, surgirán dudas, agotamiento y muchas emociones.
Ningún camino va siempre hacia arriba de forma lineal, así que en lugar de pensar que no lo estás haciendo bien, tómate un momento para descansar y retomar el aliento.
Revisa lo que has hecho hasta ahora, todo lo que has aprendido, todo lo que has crecido, todos los progresos que ha hecho tu hijo/a, recuerda cuando temías que no consiguiera algo y al final lo consiguió, y recuerda que ahora eres más sabia.
«Ser madre de un niño con discapacidad es algo que casi ninguna mujer elegiría por voluntad, sin embargo es la experiencia más enriquecedora, demandante y reveladora que podemos vivir»