
La etapa preescolar es una época especialmente difícil en el comportamiento de todos los niños, independientemente de su número de cromosomas. Se dice que los niños con síndrome de Down son tranquilos y adaptables, sin embargo la mayoría de padres sabemos que son activos, curiosos y con mucho carácter.
El objetivo de padres e hijos es el mismo: aprender a hablar, vestirse solos, aceptar algunas cosas, superar dificultades, eludir lo perjudicial para ellos, etc. Entonces ¿por qué a veces parece que estamos en una guerra donde acabamos perdiendo los papeles?
Principalmente porque el niño durante la primera infancia se rige por su cerebro emocional. Se trata de la parte del cerebro que se encarga de buscar lo placentero y evitar lo desagradable, y para ello utiliza respuestas impulsivas y emocionales como la alegría, el miedo, el enfado, la tristeza, los celos, el asco o la vergüenza, entre otros.
El cerebro racional, que es la parte que controla y regula la intensidad de esas emociones es el que hace que los adultos, por lo general, podamos controlarnos, reflexionar y dar la respuesta más adecuada. Pero en los niños esa parte se va desarrollando poco a poco y con ayuda externa.
En los niños con síndrome de Down es presumible pensar que permanecerán más tiempo en esta etapa emocional, así que si tenemos unas cuantas buenas herramientas de disciplina positiva, el tiempo que pasemos con ellos será más agradable para todos.
La disciplina positiva se puede definir de forma muy básica como la capacidad de educar con respeto, afecto, comprensión y firmeza. Se basa en entender el comportamiento del niño/a, incluso cuando no es adecuado, y reconducirlo con respeto. Sería un punto medio entre el autoritarismo y la permisividad. |
Herramientas básicas de disciplina positiva para empezar
Hay muchos libros de disciplina positiva donde ofrecen herramientas para infinidad de situaciones, pero en este post te voy a hablar de las que considero básicas y que a mí me dan muy buen resultado:
1. Tu hijo/a quiere colaborar
Parte de la idea de que tu hijo/a quiere colaborar. Este lo pongo como paso número 1 porque es lo que nos ayudará a no perder los nervios.
Muchas veces pensamos que nos están echando un pulso o que están buscando nuestros límites, y se convierte en una lucha de poder que no queremos perder. Sin embargo, si nos paramos a pensar cuál es realmente su objetivo, la respuesta es mucho más simple: quiere decidir, quiere lo que en ese momento considera mejor para él o ella.
Por ejemplo, quiere seguir jugando en lugar de ir a dormir, porque en ese momento ésa es su prioridad. Los niños viven en el presente, no saben las horas recomendables de sueño, ni si mañana estarán cansados o si tú quieres que se acueste ya para poder hacer otras cosas.
2. Negociación
Que comprendamos su comportamiento no significa que lo aceptemos en su totalidad. Se trata de buscar una solución que beneficie a todos. Por ejemplo, le podemos decir que le damos 5 o 10 minutos para terminar (un reloj de arena es un método visual para que controlen el tiempo) y después tendrán que irse a la cama.
3. Rutinas
Una rutina es una serie de pasos previos que preparan para una actividad, como comer, dormir o ir al colegio.
La rutina nos facilita la transición porque los pasos se suceden unos a otros siempre de la misma manera. Empezar con el primer paso de la rutina hará que sigan los demás y vayamos llegando al objetivo final sin discusiones.
4. Comunicación
Este es un punto muy importante en niños con síndrome de Down, ya que el no sentirse entendidos o no entendernos a nosotros, conllevará más de una frustración.
Debemos ofrecerles siempre los apoyos necesarios para que haya una comunicación efectiva, con imágenes, con gestos, señalando el objeto, etc. Tener algunas normas con pictogramas en ciertos lugares de la casa es un recordatorio visual fácil de asumir, por ejemplo: quitarse los zapatos antes de entrar en casa.
5. Consecuencias naturales
Hay veces que nos cuesta hacerles comprender por qué deben o no deben hacer algo. En esas ocasiones podemos dejarles que vean cuales son las consecuencias naturales de sus actos, pero siempre que sean inmediatas y no sean graves.
Por ejemplo, si le acerca su galleta al perro, éste se la comerá. Ojo, que lo comprenda no quiere decir que no se enfade, podemos ofrecerle otra galleta y recordarle que mejor no la acerquen al perro.
Si la consecuencia es a largo plazo es mejor estar preparados. Por ejemplo, si quieren ir al parque con sandalias y no hay forma de que comprendan que se les meterá la tierra y estarán incómodos, podemos llevar unas deportivas en una bolsa. Sin embargo, la próxima vez que quieran hacer lo mismo, les recordaremos las consecuencias de la vez anterior.
Como decía, hay muchos otros recursos que se pueden utilizar y que quizás te parezcan más apropiados a tus circunstancias. Te animo a leer algún libro sobre el tema y a comentar qué estrategias estás usando.
Fuente: “Educar niños felices y obedientes con disciplina positiva. Estrategias para una paternidad responsable”, de Virginia K. Stowe.